domingo, 30 de junio de 2013

Ser empresario.

Si una cosa está dejando clara esta crisis de la economía española es la necesidad que tenemos de reforzar nuestro tejido productivo: necesitamos más empresas y más empresarios. Los cambios en la legislación sobre los emprendedores y las diversas acciones que se están implantando bajo la denominación de "entrepreneurship", refuerzan esta línea común de actuación que apunta a la dirección correcta. Pero ¿en qué consiste ser empresario?
El análisis económico convencional no nos ha dejado una visión comúnmente aceptada al respecto y no ha dedicado demasiado esfuerzo a esta cuestión, aunque son muchos los autores que han realizado aportaciones sugerentes. Una de las razones esgrimidas ante esta falta de dedicación académica se debe a la dificultad de observar la actividad empresarial, así como a la adición de diferentes factores productivos en un mismo agente productivo. Por ejemplo es común que el empresario sea el propietario de su empresa, aunque también que, en las grandes coorporaciones, quienes desempeñen la función empresarial sean directivos contratados que no son propietarios de la empresa. También ha generado cierta confusión intentar reponder a la pregunta de ¿quién es el empresario?. Una cuestión que ha generado todo tipo de respuestas como: "el lider", "el patrón de la nave", "el que asume el riesgo", "el organnizador de la producción", "quién tomas las decisiones estartégicas",  "quién recibe el beneficio", "quién innova", etc... La realidad es que tipo de aproximaciones no ha sido muy fructífera y no ha servido para que tengamos una idea concreta sobre los empresarios.
El enfoque más fructífero ha venido al intentar explicar en qué consiste la función empresarial. La cuestión es saber qué hace el empresario independientemente de quién desempeñe esta función y si la desempeña una persona o un equipo de personas. Este enfoque suele concluir que la función empresarial es como un vector con cuatro componentes y cada empresario se centra más en uno de ellos o en varios a la vez.
El primer componente de la función empresarial fue desarrollado por Leibenstein, quién afirmaba que la función empresarial consiste en reducir las inficiencias que siempre existen en las empresas. Todas las empresas son ineficientes, siempre podemos hacer las cosas mejor. El empresario siempre está obsesionado con esta función. Una función muy relacionada con los costes de producción y en la que los sistemas de información abre enormes posibilidades de mejora en la actualidad .
El segundo componente fue elaborado por Knight quien afirmaba que el empresario es aquel que afronta la incertidumbre empresarial. El empresario no afronta el riesgo sino la incertidumbre. El riego lo afronta quien aporta los recursos financieros necesarios en forma de capital, que puede ser el mismo empresario si es a su vez propietario de la empresa. La función empresarial es más sutil, consiste en transformar una situación de incertidumbre en una situación de riesgo. Ante la incertidumbre del futuro no existen escenarios posibles, ni beneficios posibles ni asignación de probabilidades. El empresario es el agente que ante la incertidumbre predice escenarios posibles, estima beneficios posibles y asigna probabilidades conviertiendo la situación de incertidumbre en una situación de riesgo.  El propietario del capital será quien asuma el riesgo. En la economía global actual, esta función adquiere una especial dificultad, debido a la rapidez de cambio de los escenarios actuales y a la información masiva existente en la que basar la estimación del futuro.
La tercera teoría sobre la función empresarial es la atribuida a Schumpeter. La función empresarial consiste en innovar. Las tipologías de innovación son diversas y hemos ampliado el ámbito de esta teoría desde entender que para innovar es necesario unos departamentos específicos de I+D, hasta considerar que cualquier pequeña modificación en un envase es innovación. Schumpeter además de hablar de los innovadores escribia sobre los imitadores, una categoría que no ha gozado de muy buena prensa académica, aunque tan empresarios son unos como otros y han sido muchos los países que han salido de la pobreza imitando tecnológicamente a otros más avanzados. Sin duda las tecnologías de la información ha modificaco el perfil de los empresarios actuales y la propia idea de innovación y todos tenemos conocemos muchos ejemplos de empresas líderes creadas por empresarios innovadores en las diversas ramas de la economía digital.  Esta teoría de los empresarios de Schumpeter es la más conocida y aceptada, pero deja a la función empresarial en un estado complejo. El empresario aparece y desaparece. Sólo se es empresario cuando se innova, no en el resto del tiempo dedicado a la función empresarial y termina haciendo al empresario inobservable.
El cuarto componente de la función empresarial fue ideado por Kirzner y se ha ido convirtiendo en el más aceptado y generalista. La función empresarial consiste en detectar y captar las oportunidades de beneficios que siempre existen en los mercados. Los mercados, en contra de lo que afirma la teoría económica, rara vez están en equilibrio; siempre andan en procesos de ajustes y esto es así porque no todas las necesidades de los consumidores están satisfechas y necesidades insatisfechas son oportunidades de beneficios. El empresario es el agente perspicaz que está en constante situación de alerta para detectar estas oportunidades de beneficios y con su acción intentar captar estos beneficios antes que los demás. Nuevamente esta función adquiere un nuevo perfil con los sistemas de CRM y de business inteligence que permite detectar los deseos de los consumidores con un alcance inimaginable hace unos años.
Así pues, un empresario es aquel que desempeña alguno de los componentes del vector empresarial: reducir ineficiencias, afrontar la incertidumbre, innovar y detectar las oportunidades de beneficios. La calidad con la que desempeñe, uno o varios, de estos componentes de la función empresarial marcará la calidad del tejido empresarial y el número de empresarios, individuales o corporativos, el tamaño del tejido productivo. Y tanto la calidad como el tamaño del tejido empresarial serán las claves para salir de la crisis económica.

jueves, 6 de junio de 2013

Más empresas, más empleo.

Los datos de creación de empresas y empleo se van solapando. El paro registrado descendió en mayo en 98.265 personas dejando aún a 4.890.928 trabajadores buscando empleo, pero fue el mejor dato de dicho més desde hacía muchos años. Hoy aparece un nuevo dato del INE sobre creación de empresas del mes de abril: se han creado 8.938 nuevas empresas y se han disuelto 2.090.  Otro buen dato sin duda.
Nadie afirma que estos datos sean el inicio de una recuperación, que ya toca y, aunque son buenos datos,  un análisis más detallado de esta estadística no apunta cambio alguno sobre el modelo productivo del pasado. El 22,3% de las empresas creadas son del sector del comercio, el 19,1% de la construcción y el 12,2 de actividades profesionales.  En cuanto a las empresas disueltas, el 24,2% lo fueron del sector de la construcción, el 21,2% del comercio y el 12% de la industria y la energía. Son los sectores tradicionales de la economía española los que crean empleo y la industria la que va disminuyendo su peso en el tejido productivo.
En lo relativo a la caída del paro, fue la agricultura el sector en el que más cayó el paro, un 4,56%, seguido de la construcción con un 2,51%. El sector servicios vió caer el paro un 1,97% y la industria un 1,61%. Parece que la agricultura, la construcción y es de suponer que, dentro del sector servicio, el comercio y las actividades relacionadas con el turismo, son las actividades que están danso un respiro a la economía española,...., lo de siempre.
Además de estos datos, la estadística de creación de empleo nos debe hacer reflexionar. En el mes de mayo de crearon 1.283.261 nuevos contratos y de ellos sólo fueron contratos fijos 95.856 (un 7,47% del total, 2.493 contratos menos que en el mes anterior), y de ellos 51. 747 lo fueron a tiempo completo, siendo el resto contratos fijos a tiempo parcial y los denominados fijos discontinuos-. Como puede comprenderse el dato negativo fue el 1.187.405 de contratos temporales que se crearon (el 92,53% de los nuevos contratos).
Después de cinco años de crisis y de un Gobierno que no ha querido o no ha sabido marcar las pautas de un nuevo modelo de crecimiento, empezamos a tener datos esperanzadores pero que nos indica que no hemos cambiado demasiado. Crecen sectores y actividades donde los incrementos de valor y productividad son difíciles y se contratan mayoritariamente a trabajadores que van a ser despedidos y que, por tanto, no van a poder acumular capital humano en su vida laboral por empresas de nivel tecnológico mediano.  Volvemos donde estábamos. Sin duda lo hemos podido hacer mejor.