jueves, 5 de diciembre de 2013

Las enseñanzas de la crisis (I): los fallos del mercado financiero.

La multa de la Comisión Europea de 1.712 millones de euros a determinados bancos europeos y norteamericanos por manipular el mercado de derivados de tipos de interés, debería hacernos reflexionar sobre las enseñanzas que la crisis debería dejarnos, para no repetir determinados comportamientos. En este caso, los acuerdos entre determinados bancos ha influido en el aumento artificial del libor y el euribor, afectando a la mayoría de las hipotecas de los ciudadanos europeos que han pagado más intereses de los debido y beneficiando a los bancos que han mejorado así su cuenta de resultados.
Si algo ha dejado claro la naturaleza, principalmente financiera, de esta crisis ha sido que el mercado financiero incurría en numerosos fallos y, a su vez, que hemos dado una importancia extrema a los temas financieros en detrimento de los problemas reales de la economía.
Los mercados financieros, que antes de la crisis presuponíamos perfectos y eficientes, nos han dejado toda una casuística de situaciones que muestran su incorrecto funcionamiento en la asignación del crédito y en la gestión de la riqueza de los agentes económicos. En el caso del cártel constituido para alterar los tipos de interés de los derivados,  comprobamos situaciones de poder de mercado debido a un oligopolio colusivo constituido por el Deutsche Bank, la Societé Generale, RBS, JP Morgan, Citigroup, el broker RP Martin y UBS y Barclays, exculpados estos dos últimos bancos por avisar a la Comisión de fraude.
Junto a este fallo de mercado debido al poder de mercado y la falta de competencia, otro de los fallos que nos ha llevado a la crisis ha sido la falta de información de los activos financieros que se negociaban, en un porcentaje muy elevado derivados estructurados sobre otro conjunto de activos, con la connivencia de las agencias de ratings y las compañías aseguradoras de las emisiones.
También hemos registrado situaciones de riesgo moral, cuando los incentivos en la concesión de créditos y en la colocación de activos financieros emitidos incitaban a los intermediarios financieros a comportamientos de alto riesgo y elevada rentabilidad que no tenían un paralelismo en las posibles pérdidas que podía acontecer, cuyo coste recaía en otros agentes y finalmente en la cuentas públicas cuando el rescate de las instituciones financieras fue la única opción para salvar la riqueza de clientes, acreedores y accionistas.
Junto a este nuevo fallo de mercado, un problema de selección adversa, relacionado con el anterior, que hizo que se le concedieran créditos a personas y empresas que no podían devolverlos originando la descapitalización de las entidades con el aumento de la morosidad y la errónea valoración de los activos de balance.
Y, finalmente, un nuevo fallo conocido como el problema entre el agente y el principal, originado por la diferencia de intereses entre quienes gestionaban el banco y los propietarios del mismo, que ha afectado a numerosos bancos y ha sido especialmente escandaloso en las cajas de ahorros españolas e incluso ha llevado a un referendum en Suiza la posible limitación del sueldo de los directivos profesionales; un referemdum que habría tenido, de haberse producido en otros países, un resultado, seguramente muy diferente.
Son demasiados fallos que requieren una regulación especialmente compleja dado el carácter global del mercado financiero y la existencia de paraisos fiscales que ofrecen una regulación diferenciada. Y aún debemos poner de manifiesto cómo en la actualidad, las inyecciones de liquidez del BCE para ayudar a la recuperación de económica, los bancos españoles la están canalizando a la compra de deuda pública, son ya los principales tenedores de la deuda emitida por el Tesoro español, y no a aumentar el crédito, que es lo que la economía está necesitando.
Esta es pués una primera enseñanza de la crisis que no parece que hayamos aprendido. Los agentes del sistema financiero no parecen que tenga un comportamiento ajustado a lo que sería el buen funcionamiento de un mercado. Y esto es especialmente grave en unos intermediarios que tienen la importante función económica de gestionar la riqueza acumulada de familias e instituciones y asignar el crédito.