Dinero, renta y riqueza, estos son quizás tres términos económicos que suelen utilizarse como sinónimos y que suelen generar confusión y hasta daño económico. Así, nos parece que lo importante es tener dinero y aumentar la riqueza del país, cuando lo importante para una economía es generar renta. Por lo que no deberíamos atender tanto a si el stock de riqueza sube o baja. Tener dinero, si debemos mucho más del dinero que tenemos, no nos hace ser ricos, sino tener liquidez. El dinero es un medio de pago que todos aceptamos y por eso tener dinero es tener liquidez; es poder intercambiar ese activo por cualquier bien o servicio. Pero, evidentemente, el concepto del dinero lo invade todo y a veces origina que nuestros valores sociales y económicos se distorsionen. El dinero es un activo más y por tanto constituye parte de la riqueza individual, ya lo mantengamos en efectivo (dinero legal) o en una cuenta corriente (dinero bancario). También nos sirve para cuantificar nuestros ingresos: la renta mensual que recibimos como compensación por nuestro trabajo, los intereses de nuestros ahorros, los alquileres de nuestra propiedades o los beneficios empresariales. La renta, los ingresos, es pues lo que permite satisfacer nuestras necesidades y aumentar nuestro nivel de vida. Generar rentas es lo más importante para un país y tras esta generación de rentas suele estar la creación de empleo. Crecer significa generar más renta que el año anterior, no ser más rico. Deberíamos pues decir que la generación de rentas es el futuro de un país y no aumentar la riqueza.
La riqueza, es el conjunto de activos reales y financieros que tenemos. Por lo general se origina con el ahorro, es decir la parte de la renta que ganamos y no consumimos. También, en las sociedades más ricas, las herencias familiares contribuyen a aumentar la riqueza. Otra forma tradicional, aunque lamentable, de aumentar la riqueza es apropiarse de ella mediante el robo o la corrupción. En el primer caso unos individuos se apropian de la riqueza de otros y en el segundo se apropian de los ingresos del Estado, que éste ha detraido mediantre impuestos de las rentas de todos los ciudadanos. Los individuos no se dejan robar fácilmente. Los Estados son diferentes, parece que lo público no es de nadie.
En los últimos años hemos vivido el engaño de creer que el incremento de la riqueza constituía el principal objetivo económico. Una Bolsa de Valores en ascenso o el incremento constante del precio de nuestras viviendas nos hacía sentir un falso sentimiento de prosperidad y las personas que intermediaban en ambos mercados, aparecían como los agentes económicos a imitar, al gozar de elevadas rentas y prestigio social, en menoscabo de aquellos otros que originan la mayoría de las rentas y el empleo como son los empresarios. Ha sido un ciclo en el que ha predominado lo financiero sobre lo real y la corrupción sobre la buena gobernanza.
Esperemos que en el nuevo ciclo que ahora empezamos distingamos con claridad a los empresarios de los financieros y a ambos de los buscadores de rentas, más dedicados a la especulación y a generar rentas mediante influencias, tratos de favor y prácticas corruptas. Construyamos un conjunto de valores sociales que potencie la generación de renta mediante la actividad empresarial y que no viva obsesionada por los índice bursátiles y por los altibajos de la contabilidad de la riqueza. Y que a su vez tenga claro que la búsqueda de rentas no es la manera adecuada de acumular riqueza, sino generando rentas salariales y empresaliare que trabajadores y empresarios deciden ahorrar para el futuro o para continuar con el proceso de inversión.
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