Encuesta tras encuesta los datos muestran las tendencias del conflicto de la sociedad catalana. Creo que es un problema sin solución. En definitiva, nos movemos por incentivos y los actuales nos llevan al separatismo, a la independencia de Cataluña. Y en mi opinión son dos los incentivos que están impulsando la cuestión catalana.
Hace años asistí a una conferencia de uno de nuestros grandes historiadores, don Miguel Artola, reflexionando sobre "Las Españas" y sus regiones, me llamó la atención la opinión del profesor Artola afirmando que el modelo autonómico nos lleva a la independencia. En su opinión es un modelo que incentiva la reclamación permanente, la diferenciación de las demás comunidades autonómicas en base a mayores exigencias de competencia sin un límite preconcebido y, al no haber límite alguno y ante la ambición de mayor poder personal de los líderes autonómicos y el electoralismo cotidiano en el que vivimos, el resultado es siempre reclamar más financiación, más competencias, presentar afrentas comparativas y mostrar siempre lo que nos separa por encima de todo aquello que nos une.
En segundo lugar y como segundo incentivo está la educación. Una generación tras otra es educada en el nacionalismo catalán enfrentado al Estado español, y así, generación tras generación terminará existiendo una gran mayoría de ciudadanos con esta manera de pensar. Es inevitable. Es simplemente una cuestión demográfica. Si la mayoría de la opinión pública no se decanta hoy, por una cuestión de décimas según las últimas encuesta, por el separatismo, lo hará de manera mayoritaria dentro de algunos años cuando pueda votar una nueva generación de jóvenes que hayan recibido esta educación y haya desaparecido una generación de mayores.
Ante estas tendencias sólo el espacio de la Unión Monetaria está sirviendo de freno a la independencia de Cataluña. El coste de dejar la UM, el € y la desintegración de la economía catalana fuera del € de la economía española integrada en la UM supone una caída al vacío de un riesgo excesivo, incierto, mayúsculo.
También, como afirman algunos, podemos cambiar la Constitución para anular estos dos incentivos separatistas y marcar un nuevo proyecto unificador. La cuestión es si podríamos llegar hoy a un acuerdo sobre qué cambiar y qué no. En el período constituyente, del que tanto hablamos, la gran mayoría de los españoles estábamos de acuerdo sobre nuestro proyecto de país y por eso el Pacto Constitucional fue posible sin enfrentamientos. Hoy no parece tan claro este acuerdo y, mientras, los incentivos siguen inexorablemente marcando el camino de la sociedad catalana.
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